Cansado de estar cansado, borracho de inocencia en las metas, he sufrido con la frente en alto la derrota ante la abstinencia, el buen comportamiento y la mesura.
Al conseguir repetir la experiencia cada vez menos necesaria - poco a poco se transforma en abuso- de no frenar las acciones más humanas y evacuar los siniestros prejuicios del recto camino, me encuentro otra vez abrazado a mi fiel amigo y las ganas de perpetuar lo nuestro: la defensa al honor.
Quedará en el camino la resaca de un hombre, quedarán las lágrimas de un idiota incomprendido.