Sus suaves manos pasaron por su pelo. Lo vi apoyarse en su hombro mientras se estremecía, como si no importara nada más que ese momento.
Me despiste y corrí la mirada, mientras le daba un largo trago a la cerveza que tenía en frente.
Los miré denuevo y ahí estaban, todo había vuelto a la normalidad. Hablaban ya con certeza de asuntos menesteres a la contingencia nacional con el resto de la mesa.
No pude evitar tener una sana envidia, y sentir profunda felicidad al seguir observándolos.