Deseo, humildemente, reconocer con certeza lo que es bueno y es malo; pero al quedarme en las apreciaciones de voluntad, en las intenciones carismáticas, solo consigo ser torpe.
Lo que es severamente cierto es que no se nada, y no veo con claridad ningún horizonte. No he tomado ninguna decisión concisa sobre este tema, ni podría sugerirme con viveza y tenacidad ningún plan de acción coherente.
He aprendido a valorar y respetar la libertad como tal, y tan bien he comprendido la necesidad de compartir parte de la soberanía en mi vida, más no soy una lírica moldeable ni una broma con tintes de brisa. No soy quien espera ser abandonado ni el grito celoso de una institución inexistente.
Si bien no tengo claridad de quien soy actualmente, creo saber las condiciones de las cosas que necesito y a las cuales pertenezco.
Me puse denso, absurdo y melancólico.
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