lunes, 17 de agosto de 2015

El esfuerzo

Otra vez acostado en mi cama. Sí, en mi cama.
He logrado contener por meses estas palabras pero al fin puedo decirlo con absoluta franqueza: soy libre.
Soy libre por que lo he ganado y me he convencido de que es lo correcto.
 Porque saque adelante las pocas fuerzas que me quedaban y me puse otra vez de pie.
Lo hice porque me enamoré perdidamente, y fallé.
Soy libre por que he recuperado cada espacio de mi alma perdido en los resortes de una cama que me sujetaba a la inexistencia, y hoy se transforma en el símbolo de la paradoja: mi vida independiente.

En el camino las lagrimas que no derrame se presionan y manifiestan dentro de una espiritualidad robada por las añoranzas eternas de un pequeño convencido de su enormidad. La migraña comienza a aquejar un insomnio que ya no prevalece ante el cansancio de las extenuantes jornadas, cuando se presentan las clandestinas oportunidades de seguir en marcha, ya que no hay vuelta, al fin soy libre.

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