Imagino un mundo sin conflictos. Dónde no existen discusiones ni cuestiones de género. en donde no sé requiere la muerte de un número delimitado de trabajadores para reconocer justicia. En donde no por dejarte una barba más abultada escondieras de mejor manera todo lo que sucede dentro tuyo. Dónde no sé necesitan escudos, menos espadas.
Y así y todo, que aburrido ese mundo imaginario. Con una breve noción de casta sin clases, mientras que nuestras singulares excepciones no se convierten más que en meros elementos decorativos cuando no tenemos por qué defendernos, ni sabemos hacerlo. En esto ultimo recae el dilema: el conocimiento como elemento de destrucción, como fuente eterna de ambiciones poco éticas, desilusiones paradigmaticas y amores no correspondidos.
Sin tomar el riesgo de abstraer el conocimiento entonces nos arriesgamos al absurdo, uno más absurdo que el que poseemos con el. O tal vez solo uno menos entretenido.