Desfragmente, sin ayuda de mis cotidianos elementos constructivos, mi desdichado corazón.
Desenterré relatos,
recompensé ilusiones,
sentí la angustia e incluso me tomé la libertad de observar a mi madre cortando las tarjetas de crédito,
como si con eso acabaran las deudas.
Instale tablones para dividir en categorías las sensaciones que antes se esparcían como tinta fresca en las nuevas impresiones.
Y ahora me cuesta querer.
Así sin más. devolví mi cabeza al trono.
Revelé mis verdaderas intenciones y me propuse conquistar.
Hoy mi boca escupe fuego y mis manos construyen fortalezas.
Los daños son datos numéricos, las sonrisas inversiones,
mis opiniones son discursos constituidos sobre la imagen,
una que aún no construyo del todo,
pero que ya destruyo todo lo que quedaba de antes,
y mi corazón desdichado que mira todo desde una fortaleza
construida con todas aquellas cosas que recicle al desfragmentarlo.