sábado, 21 de noviembre de 2009

Barbón deambulante

Me encontraba ahí, sentado con unos amigos, en la plaza que queda enfrente de la iglesia de vera cruz.

Entonces, a través e el espeso humo de cigarro que emitía la boca de Juan, lo vi.

Iba de lo más tranquilo, con un smokin negro, un bastón de madera y el pelo tomado. Su barba era blanca y larga como nos prometieron, aunque con los bigotes manchados producto de la nicotina.

Era él, el viejo pascuero, que andaba deambulando de lo más tranquilo por el barrio lastarria.

Fueron solo segundos antes que el espeso humo de cigarro me arrebatara de golpe esa gran verdad: “el viejo pascuero sí existe”.

sábado, 7 de noviembre de 2009

“Trastorno emocional severo” (una sensata inmadurez)

Fue casi como una bala.

No podía creer que eso tan bello y que hoy le causaba tanta alegría le produjera su muerte.

Ela se encontraba en la orilla de la cama, fumando su cuarto cigarro, cubierta con unas sabanas blancas que se mezclaban con el amarillento tono que había adoptado su cuerpo.

El, se encontraba acostado, disimulando ver la bulliciosa caja de colores que tenía en frente, mientras inconscientemente sus ojos no se despegaban de ella.

Entonces se paro, dio media vuelta, y mientras el observaba la libre caída de su pelo, lo miro a los ojos.

Era el momento.

Iluminada por la tenue luz que atravesaba las ventanas le dice entrecortado: “No puedo seguir contigo”.

Estupefacto, se quiebra. Postrado en la cama, soltando un fúnebre suspiro que era el comienzo de la taquicardia, la respiración agitada, la lengua trabada, tratando de gritar dos palabras que se escapaban desesperadas, las manos sudorosas, la mente en blanco.

-“Me voy, ya es tarde".-dice ella, tras ver su agonizante estado.

Al momento de pasar la puerta se detuvo, se dirigió al el esperando alguna critica, alguna mención, una reflexión, pero solo recibió a cambio un cuadro deprimente:

Una pieza de color anaranjada, con un parqué sucio, una alfombra manchada y repleta de cenizas negras; una cama desordenada que albergaba a un hombre amarillento, mojado y brillante.

Decidió seguir su camino.

“Pastillas”

Corría frenéticamente por encontrar pastillas. Entre los libros viejos, en el botiquín de auxilios, entremedio de las manchadas sabanas pero no las encontraba.
Y se recostó en el sillón, mirando al techo, viendo como la luz de la carretera creaba intermitentes figuras por sus persianas. Miraba atentamente, intentando descubrir un mensaje, código, pero no lo encontraba.
Abrió la puerta y siguió buscando, tratando de no caer en el estado etílico de su padre, ni en el pálido rostro de muerte de su madre.
Entonces sus extasiados sentidos dejaron de hacer efecto. algo angustiante, las necesitaba mas que nunca. Corría por la calle descalzo, sin que nadie le advirtiera lo loco que estaba. Llego a la iglesia y se arrodillo frente a ella, rogó por más pastillas o por cualquier cosa que lo hiciera salir de este estado cero, de rabia, de culpa.
Se dio cuenta que el frío o hacia temblar, al menos eso pensaba.
Reflexiono del porque lo hacia, mientras tomaba posesión de una banca en la plaza… para salvarse ¿De que?, para esconderse ¿De quien?, para protegerse ¿Por cuánto tiempo? Se dio cuenta que nadie nunca sabría donde había estado, lo que había pasado, ya no lo respaldaban, ya nadie lo amaba, fue cuando recordó porque se borraba: para salvarse del mundo, esconderse de la realidad, protegerse de la tristeza y olvidar el angustiante rostro de su madre al encontrarlo tirado por una sobredosis de pastillas.

Dos palabras

Se mordía la lengua. No podía decirlo .Lo escribía una y otra vez hasta poder aceptarlo… “La quería”.