Fue casi como una bala.
No podía creer que eso tan bello y que hoy le causaba tanta alegría le produjera su muerte.
Ela se encontraba en la orilla de la cama, fumando su cuarto cigarro, cubierta con unas sabanas blancas que se mezclaban con el amarillento tono que había adoptado su cuerpo.
El, se encontraba acostado, disimulando ver la bulliciosa caja de colores que tenía en frente, mientras inconscientemente sus ojos no se despegaban de ella.
Entonces se paro, dio media vuelta, y mientras el observaba la libre caída de su pelo, lo miro a los ojos.
Era el momento.
Iluminada por la tenue luz que atravesaba las ventanas le dice entrecortado: “No puedo seguir contigo”.
Estupefacto, se quiebra. Postrado en la cama, soltando un fúnebre suspiro que era el comienzo de la taquicardia, la respiración agitada, la lengua trabada, tratando de gritar dos palabras que se escapaban desesperadas, las manos sudorosas, la mente en blanco.
-“Me voy, ya es tarde".-dice ella, tras ver su agonizante estado.
Al momento de pasar la puerta se detuvo, se dirigió al el esperando alguna critica, alguna mención, una reflexión, pero solo recibió a cambio un cuadro deprimente:
Una pieza de color anaranjada, con un parqué sucio, una alfombra manchada y repleta de cenizas negras; una cama desordenada que albergaba a un hombre amarillento, mojado y brillante.
Decidió seguir su camino.
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