Siempre extraño parece ser
estas extrañas estupideces repentinas,
más no puedo evitar reconocer
que esta es (probablemente sino)
la más dulce de ellas.
Sin justificaciones,
ni aparente proposición formal,
he de adquirir mi posición en un siniestro presente,
más iluminado que nunca por tan graciosos ojos
y quejarme entre sonrisas de mi cruel destino.
Así mismo,
he de experimentar la emoción de creer de nuevo,
y sin más que las comunes trabas de toda situación,
verme retorciéndome en la cama,
sonriendo, entre extrañas convulsiones,
risas esporádicas, palabras caprichosas,
respuestas fríamente calculadas
y fe.
Por sobre todas las cosas, fe.
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