No es que esperase algo en particular, ni debido a extraños acontecimientos instantáneos: mi indiferencia me ha permitido sonreír. No estando en ninguna posición particular, y de hecho mientras las más dulces oportunidades se escapan silenciosas por medio de distancias y aplicaciones tecnológicas, me sorprende decidir que no es culpa ni melancolía la que paraliza mis planteamientos. Es más , ni siquiera me quitaron minutos. Es que la profunda felicidad de respirar es suficiente razón para creer en cosas más importantes: algún día todo terminara, algún día terminare las esperas, cada vez estoy más cerca de despertar definitivamente y, con seguridad, transmitir esa indiferencia a la que hoy es una plateada y rota sonrisa.
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