jueves, 7 de febrero de 2013

A la gente buena les pasan cosas malas

Por estos días es común ver relaciones incestuosas, amores de verano en pleno invierno y felpudos coreanos mitigando la falta de razón en relaciones juveniles. 
Por estos días es común ver como jóvenes idealistas conservan la idea de las lecturas obligatorias: el amor romántico de una Julieta, la obstinación hidalga del quijote.
Por estos días es fácil enamorarse y que destruyan tu corazón.
Criados por una ruidosa caja y falsas ausencias de afecto (para luego justificar su vida y acciones en búsqueda de emociones como una compensación al cruel destino cuya maldad a dirigido sus vidas a un abismo de soledad y penumbras) , crecen a la par de quienes forman su vida en letras y ambiciones poéticas, justas para soportar cualquier gigante de sombra que invada un querer confirmado. Dramáticamente, estas personas unes sus vidas  - cual perdición griega con juegos de hilos -  para complementarse y ser tremendamente felices en intensos intervalos de pasión y sangre. No ha de extrañarnos entonces que tal unión conlleve erróneamente el brutal enloquecimiento de una de estas partes ( pensante en demasía, idealista e idiota) y el aburrimiento de la otra (quien más fría, entiende pretende "vivir").

Esto es, fundamentalmente, el hecho por el cual se lastima a gran parte de esta generación quienes, cegados y convencidos del profundo amor reciproco de una relación jovial ( y casi pueril) entregan su corazón como deposito a plazo, para retirarlo mucho tiempo más tarde en un tiempo indefinido.

Y el amor sigue siendo lo mismo. Y la locura se apodera de la gente buena. Y las aventuras las viven las malas personas aquellos individuos de las cuales la gente buena se enamora, sin medir que el gran amor que por ellos se profesaba se mantiene como una braza latente, que se va humedeciendo y de a poco se pudre por dentro (esto no es tan dramático).  que se apodera de los buenos momentos por instantes;  breves y emotivos minutos.


Amor, y si vienes a verme un ratito?

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